Los parias (casta más baja) no tienen tiempo (o no se digan) a mirarte por la calle; los guerreros te miran por encima del hombro porque saben el poder que tienes pero su orgullo les hace defender su nación, y te guardan celos, rencor; los comerciantes te atosigan con regateos múltiples para que compres compres compres y ellos calmen su insistente ansiedad por llegar a casa con un poco más de monedas, se les va la vida en vender algo cada día con la esperanza de que si insistiendo algún día superarán su condición y se harán ricos; y los brahamanes se sienten en otro mundo alejado de estas necesidades mundanas, están abiertos a conocerte y tener una charla contigo, estan orgullosos de ser quienes son y lo que es su país y religión. Pero todo esto es posible gracias a que todos y cada uno de ellos cree que las cosas HAN DE SER así, creen que es mejor alimentar a una vaca blanca que a su hijo desnutrido, que está bien acordar un matrimonio a unos niños que ni se conocen entre ellos, y que si muere el varón ha de ser que la niña quede viuda de por vida sin derecho a nada por haber muerto un varón que iba a ser su futuro marido aunque ella ni lo conociera.
Un paria puede quejarse de su condición, o realizar las tareas domésticas con resignación, pero él mismo en el fondo cree que se las merece porque si ha nacido en esta condición es porque en la vida anterior obró de manera que en la actual le tocaba la casta más baja. Por lo que no hace nada para cambiar su condición de paria porque en el fondo “sabe” que se la merece, y todo el resto de sociedad le recuerda que es un desmerecido de la vida y que no debería tener ni sentimientos con lo que no da pie ni a que el paria pueda verse desde fuera como persona humana digna de derechos, de dar y recibir.
Y todo sigue su curso en perfecta armonía, todo necesita de todo para sobrevivir: la vida, de la muerte; los santones, de los peregrinos; los brahamanes, de los parias; los parias, de los guerreros; el súbdito de su mentor y el mentor de su súbdito. Es toda una mágica confluencia de creencias construida sobre una sociedad en la que cada uno asume su papel y lo representa, no se si atreverme a decir que con orgullo, hasta el fin. Y lo más mágico de todo es que las creencias son tan profundas en la piel de cada hindú, que son “felices” con el papel que les ha tocado en la vida, porque todos y cada uno de ellos, estan bañados de la esperanza de un futuro mejor. sin cuestionarse el régimen actual y siguiéndolo al pie de la letra, pero para ellos, seguir esas normas, esas reglas, es seguir su destino. Ellos no lo ven como normas, o restricciones, sino como deberes universales incuestionables, como lo que para nosotros podría ser el agradecer un regalo.
Está todo tan absolutamente ligado, las creencias, los valores, las significaciones de las cosas, los olores, las representaciones de las deidades, las tradiciones, las diferentes castas, las (no) relaciones entre ellos, el mercado laboral, el acceso a la comida, los colores, que si ellos mismos se vieran desde fuera, estarían orgullosos y satisfechos de lo que hacen, de porqué lo hacen, y querrían seguir con la misma forma de vida. Para ellos es su religión, su fe, su verdad. E igual que respetan que nosotros tengamos nuestra propia forma de vida, ellos esperan que el respeto sea el mismo por ellos. Que no toquemos su Ganges, que no nos planteemos que su agua no es sagrada, que cuando visitemos la India no hablemos con Parias, “no se puede, es pecado”. Es una vida de sacrificio recompensado día a día, una rueda de creencias que se retroalimenta.
Para ellos no existe un mañana, ni un ayer, sólo existe el ahora, el día a día, el enfrentarse a lo que estoy teniendo ahora. No hay planteos de que puede pasar más allá, siendo el más allá de aquí a 3 horas, 4 o el día siguiente.