lunes, 23 de enero de 2012

Ni Hao China!



Y ahora China, la China Milenaria...




Viniendo de Mongolia, entrar en China fue un contraste: Primero, la cantidad de cosas (materiales) que abundan: puestos de comida por todos lados, colores, bazares con utensilios que nunca sabes para qué te podrían servir, mucho de todo y customización para todo lo que desees, gente, mucha gente, por todos lados, bicicletas en lugar de caballos... civilización, in extremis, pero civilización...





Fue una buena decisión el combinar Mongolia y China en el mismo mes, porque te permite vivir con más intensidad los contrastes de ambos países: la naturaleza pura y la baja densidad de población (de hecho, en Mongolia hay más animales que habitantes), Vs el crecimiento urbanístico imparable y la alta densidad de población.


Entramos por Beijing. No fue una ciudad que estéticamente me gustara mucho. Más bien la encontré fea y algo descuidada. Salvo algunos pequeños y alejados barrios que se mantienen como antaño, el resto está en un intento de crecimiento que se queda entre lo original y lo nuevo a medio camino, siendo esto pues también característico de las ciudades que crecen, y que crecen tan rápido. Ni son tan bellas como las ciudades tradicionales, ni tan modernas en su conjunto como las más innovadoras. Suerte de los templos y palacios que se mantienen aunque el reclamo turístico los haga algo pesados de visitar.

según barrios




Si más no, también va por zonas o barrios. La zona financiera se caracteriza por edificios altíííísimos, a los que el vértigo les puede hacer una mala pasada, con calles amplias y servicio de limpieza callejero. Las zonas residenciales son más bien calles estrechas (en algunas no pasa ni un carro), con edificios a tamaños diferentes, sucios, sin servicio de limpieza, no recuerdo semáforo alguno y si lo había, nadie le hace caso, y con más bicicletas que coches de último de modelo. Es xulo cuando vas por estas calles y te encuentras a dos chicos jugando a cartas en una mesa de estas bien bajitas con sus dos taburetes, a los abuelitos sentados no haciendo nada más que contemplando el panorama mientras van soltando alguna que otra sonrisilla, los ciclistas que va esquivando a los peatones, y, lo que yo me perdí, me han reconfirmado que a las 5 de la mañana cuando parte de Beijing se levanta (unos aún no se habrán acostado, no de la fiesta pero de la nocturna jornada laboral), los parques se llenan de personas haciendo sus ejercicios de Tai Chi para despertar y estirar el alma y el cuerpo. Cada día. Algo sagrado. Beijing es tan grande que si te alojas en una pensión alejada de los parques y te levantas como pronto a las 7 de la mañana, no lo vas a llegar a ver. Ya lo dicen, ¡a quién madruga Dios le ayuda! Mi problema es que no soy creyente... con lo que siempre voy a mi aire ;)




Una de las aventuras para un no oriental es ir en tren. Perdonad, rectifico: Una de las aventuras en China para un no oriental es hacer todo el proceso que constituye ir en un trayecto de tren: Ir a la estación ferroviaria Norte de Beijing, hacer cola, y cola, y cola, y cola, en una sala con un aforo limitado desconocido rebosando de gente, asegurarte de que no te hayas equivocado de cola (cada número de taquilla tiene su fin, el problema es que, salvo una que pone "For foreigners", todo el resto está en chino -nada en inglés- con lo que sobrevivir allí es más que una odisea). Cuando consigues llegar a tu taquilla, si es que lo consigues, porque si llegas a las 12.31 después de hacer 3h religiosas de cola, te cierran la puerta en tus narices: cumplen sus horarios. Y vuelve al día siguiente... (verídico).




Entonces, paso 1 (saber dónde ir y a qué cola debo añadirme): Hecho.

Paso 2: conseguir aclararte con la taquillera para comprar tickets para el día que quieres, para el destino que quieres, y para el tipo de asiento que quieres (se venden asientos de pie, sentados, o de litera) y obviamente apenas hablan inglés. De hecho, a nuestra mayor aventura, la chica que nos tocó no hablaba ni una pizca de inglés, con lo que se tuvieron que cambiar de compañero para poder avanzar algo en la gestión...


1r problema: La manera en que pronunciamos los destinos (tal cual se lee en latino: ej: Pingyao) no les suena a nada ni al que nos atiende, ni a sus compañeros, y da la sensación que se empiece a formar un debate delante nuestro entre los taquilleros intentando descifrar nuestro destino... tic tac tic tac. Mal vamos. No sabemos xino ni pronunciar sus vocablos correctamente. ¿cómo lo hacemos?

¡Gracias Lonely Planet que tanto nos salvas en estos países! Lonely tiene escrito el nombre también en chino: es lo único que saben reconocer (los que saben leer). Ok: ya saben dónde queremos ir.




2º problema: Acordar las fechas: Les apuntamos en un papel las fechas para las que queremos los trayectos: uno en 4 días y otro en 6. Respuesta: No posible, sólo comprar billetes para hoy, mañana o pasado mañana... WTF!!!!!! ¿¿¿Tanta cola para nada??? (obvié deciros que no se pueden comprar por internet. Sino, no estaríamos encerrados en la estación de Norte de Beijing...).

...

No queda otra: volvemos al día siguiente para comprar el 1r billete, y para los de vuelta los habremos de comprar en otra ciudad (¡vivan las colas infinitas en China!). El comprarlos en otra ciudad nos permitió ver colas menos civilizadas que en Beijing donde empezaba una batalla. Aunque debo decir que son asfixiantes, cuando se acerca la hora de cierre de la taquilla, las personas se empiezan a apretar entre sí a modo sandwich que junto con el ingrediente calor de verano chino y las horas de espera que puedas llevar allí (en una estuvimos desde las 7-8h de la mañana hasta las 12.30h) se hace bastante insoportable de llevar.

Ante todo este panorama: tip: cuanto antes los compres mejor, los asientos sentados vuelan, y ir de pie 14h en un trayecto con multitud de gente + vendedores ambulantes no es una muy buena idea... fascinante y divertido de ver por unas horas, no por 7h (como nosotros estuvimos) o 14h, y menos si te coincide con la hora del sueño... ou yeah! ¡¡China no duerme!!. Así que para los que tengan dinero, les recomiendo el avión para moverse de ciudad a ciudad.

En fin, que volvemos al día siguiente y conseguimos los tickets, sentados. El próximo paso es volver el día del trayecto, encontrar cuál es tu vía, y encontrar cuál es tu asiento...

Paso 3: Hacia la 1 de la mañana nos dirigimos a la estación. Sorprendente: decenas de personas duermen en sus afueras con sus equipajes esperando a que sea el día siguiente o bien para comprar el ticket o bien para viajar. Es como un hotel... en abierto.

Entramos en la estación, medio a oscuras al ser de noche. Y tras vueltas y vueltas (parecía que curioseáramos todos los escondites de la estación, cuando, muertos de sueño, tan sólo buscábamos nuestro andén para echarnos una siestecilla española hasta que nuestro tren con destino Datong saliera). Lo conseguimos: debe ser allí, hay multitud de gente: Gente durmiendo, gente leyendo, gente haciendo dibujos a lápiz de la gente en espera, gente estirada por los pasillos, gente comiendo, gente aburrida... Buscamos nuestro hueco: imposible. No hay ni uno (aunque ellos tienen una habilidad innata para encontrar huecos donde sea: sorprendente). Nos vamos a la cafetería cerrada de la esquina. Cogemos allí unas sillas y unas mesas, y a dormir, como el resto de chinos, hasta la hora que sale el tren (y porque no decirlo, con un poco de miedo de que nos roben al dormirnos... pero nada pasó :)).

Subimos al tren, ¡cuánta gente! Son asientos sin separaciones (con lo que en una butaca con un espacio para 3, pueden acabar sentándose 6 personas -literal- y nos toca entre 2 y 2 personas. Uno enfrente del otro. Con la ventana que no cierra y el chico de enfrente que, como de costumbre "higiénica" en china, sólo hace que escupir por la ventana pero más de una sustancia acaba en mi pie...

La mayoría de los pasajeros van provistos con sus bolsas de comida. El tren está a reventar. No solo los asientos van a tope sino que los peajes de pie también se han vendido: Gente que entra y se queda de pie en el estrecho pasillo. Tampoco es que sobre mucho espacio para las maletas... Suerte que entramos de los primeros. Es alucinante la de gente que llega a entrar en un vagón y la de vida que puede llegar a tener. Hay que estar allí para verlo y experimentarlo y que no se quede en una foto de periódico. ¡Es su día a día!

En fin, la feria empieza cuando, tu ya no ves ningún espacio ni en el pasillo (pasajeros pacientes de pie con sus hijos protegidos de los pisotones de la gente que sube/baja sentados entre sus piernas) ni en las butacas, a nuestra sorpresa empiezan a aparecer vendedores ambulantes con carros de compra. Sí señores, con carros de compra, entre taaaanto espacio. ¿Y qué venden? unos algo para cenar (nada apetecible para mí en ese momento, sinceramente, pero ya llevábamos nuestra pasta para llevar comprada en una tienda local :) ), otros artilugios de colores y luces como los que puedes encontrar en cualquier bazar chino del mundo. Y me pregunto, si se pasean a las 3 de la mañana por el tren vendiendo estas cosas... será que tienen negocio. ¿quién comprará esas cosas? Cada cultura es un mundo.

Las 7.30 de la mañana, por la hora que es, deberíamos estar llegando a nuestro destino. Como no hay electricidad afuera, no se leen los carteles de las estaciones de tren donde paramos. Preguntamos a la gente pero no nos entendemos porque no hablamos chino. Suponemos que es aquí. Está muy oscuro pero por la hora que es, debe ser aquí.

La que liamos para salir del tren: coge las dos mochilas de backpacker llenas hasta el final, pisando sin querer y tropezando con la gente del pasillo, cuando lo consigues, consigue moverte con la mochila en la cabeza hasta llegar a la puerta del vagón. Y... sorpresa, la zona de la puerta del vagón también va llena: Parece un tetris humano: Unos sentados y otros de pie, pero todos perfectamente encajados sin espacio a depositar un solo pie. ¿Cómo salir? Confiaremos en que cuando el tren pare, nos harán espacio y podremos salir corriendo... Y meses más tarde, aún no sé cómo conseguimos salir de allí sin accidentar a nadie (la gente nos ayudaba y reía, de hecho, al ser de pelo de color claro, blanca y alta, mientras esperaba a salir me hacían fotos con sus móbiles, y me escribían cosas en chino en la mano... puede que mejor no saber qué llevaba escrito en mi mano...). Pero la cuestión es que salimos. El tren se va. Queda la estación, unos pollos que andan sueltos por allí, y nosotros. Todo muy oscuro. Conseguimos localizar el cartel: ok, parece que sí es aquí. Y así nos empezamos a adentrar en la china más profunda.

Toda una aventura.

Pingyao

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