lunes, 5 de julio de 2010

Hay abrazos que matan, por Eduardo Galeano

(…)

Ahora, en nuestros días, la tecnología cibernética nos permite guardar toda la literatura universal dentro de una cajita minúscula.

Dicen que ésa es la biblioteca más segura y más práctica. Éste parece ser el mejor remedio contra las desventuras de fuego y la falta de espacio.

Pero, lamentablemente, a mí no me sirve.

Prehistórico de mí, me confieso completamente incapaz de leer libros en pantalla.

Yo necesito que mis libros huelan a papel y a tinta, que yo pueda tocarlos y sentirlos, estrujarlos contra el pecho, y que pueda también anotar lo que se me ocurra en los márgenes de las páginas, y subrayarlos, y aplaudirlos o insultarlos.

Y discutir con ellos cuantas veces quiera, así, cuerpo a cuerpo: porque los libros que están de veras vivos, los que valen la pena, tienen cuerpo, como nosotros, para que el alma no se quede sin casa.

Por eso, mi biblioteca está hecha de libros marcados por las arrugas y las cicatrices.

(….)

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